sábado, 3 de noviembre de 2007

LA ESQUINA



Todo comenzó una tarde en la que me puse a pensar y llegue a la conclusión de que no soy nada, que todo a mi alrededor era tan vació, tan deprimente como un domingo lluvioso en el invierno mas frío.

Pero aquella tarde, en aquel antro donde las horas pasan, conocí a alguien que me hablo de ella. En cuanto oí las palabras con que las describía, cuando me mencionó que en ella encontraría todo lo que te faltaba, no perdí ni un momento y me lancé a la calle a buscarla.

De sobra sabía a donde acudir, había una esquina que ella solía frecuentar. Al entrar sentí su aroma penetrante, vi su blanca figura y sabía que era la más pura. Me costo poco presentarme y en esos minutos conseguí una cita con ella. Ya la tenía, ya era toda mía, ya nadie podía quitármela y sonreí pensando que había pagado el precio de mi felicidad. Nos quedamos a solas en un callejón sin salida, la desnude y me di cuenta de lo frágil que era y la hice mía pensando que ella me haría muy feliz. Aquella noche fue increíble, me di cuenta que aquel tipo me había aconsejado bien. Pasar la noche con ella fue lo más alucinante de mi vida. Después de aquel momento, solo pensé en repetir la experiencia.

No tardé en hacerlo el fin de semana siguiente. Regresé y ahí estaba, esperándome con su sonrisa vacía y yo la miraba sintiéndome orgulloso de lo que hacia. Otra noche inolvidable. Pasaban las semanas, los meses y yo seguía allí en la esquina de siempre, pero ahora mis amigos ya lo sabían y no entendía por que se empeñaban en que la olvidara. Pero a mi no me importaba, me daba lo mismo. ¿Qué sabían ellos de la vida?, yo estaba loco por ella y además no los necesitaba para nada, por que quizá era demasiado buena para ellos. Una noche le demostré que la quería demasiado, como a nadie y, en aquella esquina, supe lo que era sentirla dentro, que corriera por mis venas, que me llegara al corazón, había hecho un pacto de sangre, un pacto eterno…

Pasó un año, ¡Qué pronto pasa el tiempo, no Chiquita!, que fácil era vivir ahora. Pero un día pensé en mis amigos ¿Dónde estaban? Me di cuenta que era parte del pasado. Empecé a odiarla, me había cambiado bastante, ya no sabía quien demonios era yo. Era algo o alguien que todos evitaban. Me decidí abandonarla, no fui a buscarla pero la echaba de menos. Pero antes vivía sin ella y ahora también ¿O quizás no? No aguanté mucho. A la mañana siguiente ya temblaba de miedo por no sentirla dentro de mí. Fui a esa maldita esquina de siempre. Ahí estaba quien cobraba su dinero. Pero ese día era tarde, otro disfrutaba de ella.

Salí hundido, destrozado, la calle daba vueltas y el sol me impedía abrir los ojos. Me estaba volviendo loco. Fui a mi casa y vi a mis padres. Ellos lo sabían e intentaban consolarme. Mi madre lloraba, vi sus ojos y en el silencio quise pedirle perdón por haberle robado la felicidad, la vida y el dinero de la familia, por haber vendido todo que lo encontraba para buscar un momento de placer.

Pensé en lo que habían soportado por haber defendido un hijo que solo pensaba en si mismo. Ellos estaban en mi habitación y luego se marcharon muy tristes y sin más poder soportarlo, aproveche en ese momento para despedirme de todo. Abrí la ventana y me lance al vació. En el suelo solo quedo mi cuerpo, mi vida destruida por haber llegado a donde todos temían llegar, por buscar la felicidad en un callejón sin salida.
En el funeral estaban todos. Mis padres y lo que quedaba de mi familia que había destruido. Me di cuenta de lo mucho que me querían y de cuanto sentían mi muerte. Lo pude ver claramente, era mi castigo, presenciar todo eso desde el limbo.

Mis amigos estaban allí también, inclusive aquellos a quienes insulte por no entenderme. Volví mi mirada vacía a mi mejor amigo y un escalofrió recorrió el ambiente. Ella lo acompañaba, estaba abrazada a él para llevarlo conmigo.

Me retorcí en el silencio deseando acabar con ella, pero sabía que era imposible, como lo fue para mí, él estaba destinado a un trágico final. ¿Qué había hecho por Dios?, yo se la presente, le dije lo magnifica y bella que era y ahora él la quería tanto como yo la quise. Desde su trono en el infinito veía día a día como lo destrozaba y no podía ayudarlo.

Todo quedo en un grito sordo, en un silencio eterno y tormentoso. Grite su nombre, el nombre de ella para que todo el mundo oyera y la odiara, se abrieron los cielos y un trueno tan destructivo y aterrador como ella llevaba su nombre COCAINA!!!

Para ti… Con todo las vísceras, el hígado y el corazón.

Tan pálida, tan blanca, tan transparente y tan adictiva.


Megadisoluto

2 comentarios:

Aarón Ormeño dijo...

me parece un relato salvaje, encarnado, cruel y real, hasta el punto de ser concientizante. que buen texto . siga escribiendo que lo visitare para ver novedades de este blog.

Anónimo dijo...

gracias por el cometario ....es muy alentador
megadisoluto